miércoles, 22 de abril de 2009

REFLEXIONES

Estoy cansada de estar presa entre el conocimiento de las necesidades y la impotencia de no poder suplir todas. Estoy presa, como muchos, en la indiferencia a la pobreza, en la insensibilidad a la violencia, y peor aún: en la resignación de la humanidad por no querer hacer parte del cambio que deberíamos provocar.
Las calles son grandes celdas para algunos que dejaron de tener un hogar; las armas son protección para quienes de tanto asesinar dejaron de ser libres por su accionar; las lágrimas no son más que el dolor de esos que preguntan a la vida la razón que la muerte les dejó; pero las sonrisas de los niños son lo mejor: el interminable valor que en medio del sufrimiento, de la injusticia, y el mismo temor, dan esperanza a los que encontraron un motivo diferente a la resignación, para hacer de este mundo un lugar mejor.
El mundo como gran cárcel no deja de ser el lugar que cuenta la experiencia de cada ser...por los que cuentan su historia; por quienes no los dejaron hablar; por los que murieron en la absurda necesidad de que alguien los quisiera escuchar.

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